sexta-feira, 30 de janeiro de 2015

“Darling, Se você soubesse como a minha vida ficou monótona; Tão sem gosto de nada. Às vezes tenho impressão que não vou poder mais agüentar nem mais cinco minutos sem te ver.
E ainda faltam tantos cinco minutos, meu bem.”  
Vinicius de Moraes

Y tu boca me tocó...  yo creí haber llegado al cielo. La sensación de seguridad me agarró el cuerpo y no sentía miedo. Me puse a saltar adentro. Pero de una, tu boca ya no me tocaba y mi cielo se destapó. Buscaba en todas partes la sensación del primer momento. No la encontraba. Desesperados, mi cuerpo y mi mente buscaron las respuestas, y las encontraron fuertes, duras, intragables. Mi mente no lo podía creer, mi cuerpo no lo podía soportar y las lágrimas se me cayeron sin piedad. Un dolor implacable traspasaba mi cuerpo y yo me debatía desesperadamente buscando despertarme de la pesadilla. La realidad siguió ahí, a mi lado, lindo, acostado y sin querer tocarme. ¿Qué hacer de un dolor sin remedio? Echarle maquillaje. Pero la lluvia venía una y otra vez y me lo quitaba. Las lágrimas volvían a caer, testarudas, incansables.
El frío, las ciudades más lindas del mundo, el amigo a quien todo lo confesaba, a quien ahora deseo y … nada. En el alrededor, todos se enamoran, a mí me mata la ilusión, el cariño y el amor reprimidos. Unos brazos que me abrigaran, unos besos que me despegaran, un calor que me diera vida. Deseo, y el deseo vuela a mi lado, atormentándome.
Hay noches en que las manos me tocan, en que los brazos me atrapan, en que el deseo me penetra. Pero la mirada desde la pantalla se perdió, las palabras dulces se perdieron, el cariño ya no lo puedo sentir. Pasado el goce del momento, no encuentro brazos que me abriguen y el frío vuelve a cortarme, aún peor. ¿Cómo entender un alma que se importa por lo sencillo? ¿Cómo entender un cuerpo que desea lo intangible? Me lanzo al frío cortante, sola, olvidada. Me quedo ahí, perdida en los pensamientos que ya no me pueden dejar. Qué hacer del cariño, de la angustia, de la emoción, del deseo… esperar que se vayan, que se acaben, que se cansen. Mientras tanto, a mi lado, descansa el amigo amantísimo que ya no es, no puede ser. De tantos cinco minutos que esperamos, ya no resta ninguno.


París, 27 de diciembre de 2014. 

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