sexta-feira, 30 de janeiro de 2015

Diário de viagem - A arte do desencontro

17 de dezembro de 2014, quarta-feira, Lisboa, Portugal.
Desde a adolescência sonhava com o velho mundo. A História, os filmes, a fantasia. Enfim, o sonho se faria verdade. Detrás desse sonho, carregava outros, que escondia muy adentro mas não tão encobertos.
Os dias que antecederam a viagem não foram tão difíceis quanto ela imaginara. Parecia não se dar conta, finalmente o grande dia estava chegando, aproximava-se, roçava-lhe a pele, aí estava!
Recém havia completado trinta anos, a primeira idade que pesa para uma mulher e declara-lhe sem rodeios: ya no eres niña! Para uma mulher, um grande passo: go to Europe!
Aterrissou em Lisboa com o estômago embrulhado, o cansaço evidente e os anseios a picar-lhe as maçãs do rosto. A fila de controle de passaportes era torturante. Estaria ele a esperá-la? Estaria há tempo? Cansava-se? Estava ansioso? Questions, questions, questions... ok! Procura em meio à multidão o rosto amigo que nunca viu de verdade. Ali está, um rosto branco, doce. Sorriu encaminhando-se a ele até ser envolvida pelo seu abraço manso, terno. Tentou beijá-la a primeira vez, ela não entendeu muito bem, esquivou-se sem querer. Investiu novamente e seus lábios tocaram os dela de forma tímida e delicada. Ela sentiu neste minuto o prazer nunca antes sentido do amor recíproco e foi imediatamente envolta em uma aura de segurança, paz e euforia.
O caminho ao hotel era longo e em meio ao percurso nenhum dos dois encontrava bem as palavras a serem ditas. Sentada em frente a ele, ela mirava-lhe os olhos sem muita discrição. Fascinavam-na desde o primeiro momento. Tinham uma cor de mel quando posto contra a luz. Eram lindos.
Finalmente a sós. Em algum quarto de hotel em Lisboa, duas almas tão conhecidas lutavam por reconhecer no outro cada parte de um querer tão cultivado. Ela ansiava por um beijo mais, um toque mais, a respiração dele pertinho. Ele então a tomou nos braços, fê-la deitar-se junto a si e começou a preencher com beijos e mãos o calor que exalava dela. Toc, toc! A boca desprendeu-se do seio e atendeu à porta, que inconveniente! So fast! Ela conteve o desejo e concordou gentil e desconcertada. Ele adormeceu ao seu lado, ela não pôde dormir.


Caminhando pela cidade, não havia mãos dadas, não havia intimidade suficiente, e as mãos dela se punham geladas, petrificadas, doentes. A boca esperava mais um beijo que nunca vinha, um ensaio, nada mais. E no frio inverno europeu, ele dormiu ao lado do corpo dela seminu.

Hay un abismo donde antes había lo que faltaba

Hay un abismo donde antes había lo que faltaba
Me hace falta la mirada de antes,
Las palabras de antes,
Las promesas y las ilusiones de antes.
Caminamos por las calles
Qué lindo el alrededor
Qué triste se pone mi alma
La vida se me escapa
Las horas vuelan
Sigo ahí, atrapada.
Busco en todos lados la mirada que me hacía
creer en todo
La misma mirada me pone céptica
Las palabras de ahora me parten el corazón,
Me cortan el alma,
Me quitan las fuerzas,
Me ponen hacia abajo.
¿Qué me hizo cambiar?
¿Qué te hizo cambiar?
No encuentro las respuestas,
no entiendo las preguntas
y me confundo una y otra vez.
París, 27 de diciembre de 2014.

 

Extraño tanto tu sonrisa, mi amor

Extraño tanto tu sonrisa, mi amor
Tu voz, tu mirar
Ah esa mirada que me fascina…
Soy otra cuando me miras
Soy linda, soy fuerte
Sin tu mirada soy tan débil
Sin tu sonrisa soy tan frágil.
Quisiera tener una memoria gigante
No olvidaría nunca
Cada risa, cada mirada.
Aún así, te extrañaría.
Quisiera guardar todas las risas y miradas
Sentirlas desde cerca
Tu risa en mi oído
Tu voz, tu aliento…
Una canción desde cerca me hace acordarte
Hay un trocito de ti en Amelie
Te veo ahí, te siento acá.
¿Por qué tardas tanto en llegar?
Puedo ver tu rostro
Qué lindo rostro tenés…
Vasito de leche, nene, mi amor
Vení desde lejos, reposa en mis sueños

Endulza mi noche y despiértate aquí.

07 de septiembre de 2014
“Darling, Se você soubesse como a minha vida ficou monótona; Tão sem gosto de nada. Às vezes tenho impressão que não vou poder mais agüentar nem mais cinco minutos sem te ver.
E ainda faltam tantos cinco minutos, meu bem.”  
Vinicius de Moraes

Y tu boca me tocó...  yo creí haber llegado al cielo. La sensación de seguridad me agarró el cuerpo y no sentía miedo. Me puse a saltar adentro. Pero de una, tu boca ya no me tocaba y mi cielo se destapó. Buscaba en todas partes la sensación del primer momento. No la encontraba. Desesperados, mi cuerpo y mi mente buscaron las respuestas, y las encontraron fuertes, duras, intragables. Mi mente no lo podía creer, mi cuerpo no lo podía soportar y las lágrimas se me cayeron sin piedad. Un dolor implacable traspasaba mi cuerpo y yo me debatía desesperadamente buscando despertarme de la pesadilla. La realidad siguió ahí, a mi lado, lindo, acostado y sin querer tocarme. ¿Qué hacer de un dolor sin remedio? Echarle maquillaje. Pero la lluvia venía una y otra vez y me lo quitaba. Las lágrimas volvían a caer, testarudas, incansables.
El frío, las ciudades más lindas del mundo, el amigo a quien todo lo confesaba, a quien ahora deseo y … nada. En el alrededor, todos se enamoran, a mí me mata la ilusión, el cariño y el amor reprimidos. Unos brazos que me abrigaran, unos besos que me despegaran, un calor que me diera vida. Deseo, y el deseo vuela a mi lado, atormentándome.
Hay noches en que las manos me tocan, en que los brazos me atrapan, en que el deseo me penetra. Pero la mirada desde la pantalla se perdió, las palabras dulces se perdieron, el cariño ya no lo puedo sentir. Pasado el goce del momento, no encuentro brazos que me abriguen y el frío vuelve a cortarme, aún peor. ¿Cómo entender un alma que se importa por lo sencillo? ¿Cómo entender un cuerpo que desea lo intangible? Me lanzo al frío cortante, sola, olvidada. Me quedo ahí, perdida en los pensamientos que ya no me pueden dejar. Qué hacer del cariño, de la angustia, de la emoción, del deseo… esperar que se vayan, que se acaben, que se cansen. Mientras tanto, a mi lado, descansa el amigo amantísimo que ya no es, no puede ser. De tantos cinco minutos que esperamos, ya no resta ninguno.


París, 27 de diciembre de 2014. 

sexta-feira, 23 de janeiro de 2015

Todas mis palabras


 Recuerdo como ahora el momento en que te vi por primera vez. Qué linda tu cara la primera vez que te miré, que me miraste, que nos miramos. Era una mezcla de ternura, ansiedad y confort. En fin, estamos. El abrazo tan esperado tenía el calor que el invierno europeo me intentaba quitar y el beso que siquiera imaginé hacerse verdad, se hizo. El beso me abrigó, me confortó, me pasó seguridad. Me sentí en casa. Pero la sensación no duró tanto. De repente, el suelo se me fue, no sabía qué pensar, qué hacer, cómo reaccionar. El beso no se repetía y el abrazo se alejaba a cada tanto. Ya no sentía tu mirada hacia mí, antes se huía. Intenté de todos modos hacer que nada de eso me hiciera daño, me tocara, me cambiara. No pude. La mirada perdida en algún lado o usada con pesar, inquietud, me hizo querer gritar, huir… Segura de las respuestas y abrigada en mi dolor, aún así pregunté, y la respuesta me dañó el alma. Buscaba en todos lados la seguridad que había sentido hace poco y sólo encontraba el desaliento.
Verte sufrir por hacerme sufrir me destrozó, debería encontrar una forma de arreglarlo o de al menos, hacerte creer que todo estaría bien. No podría hacerte infeliz por mi infelicidad. Busqué fuerzas dónde no sabía que existían, me sequé las lágrimas y me puse de pie. De todo, siempre restaba algo bueno y eso debería sacarme hacia adelante. Pero qué difícil mirar el alrededor, todo el ambiente romántico, el hombre a quien tanto quería a mi lado y tener solo la soledad como abrazo.
La primera vez que me quisiste tocar fue una mezcla de deseo, esperanza y desaliento. Quería tanto que me hicieras el amor… Durante más de tres años esperé la oportunidad de estar con alguien a quien yo quisiera de verdad y que me quisiera igual. No pude sentir este querer… El hombre adentro mío me penetraba nomás. No sentía en tu toque, en tu mirada, en tu beso, el querer que sentí tantas veces desde lejos. Aún así, nacía en mí la esperanza que desde entonces pudiéramos volver al comienzo. Pero no pasó. Al día siguiente, el beso de buen día no vino. El abrazo de cariño estaba más alejado. La mirada era más amarga a cada tanto. Otra vez lloré, otra vez se me fueron las fuerzas, otra vez quedaba inerte. No pude dormir, los pensamientos iban y venían en olas que me quitaban el sueño y me destrozaban el alma. Hice reclamos con la intención de que, en algún lado, el amigo de antes se despertara y me dijera simplemente “lo siento”. No logré despertarlo. El hombre que me contestaba al lado yo no lo podía reconocer.
Bajo la lluvia, bajo un cielo gris, en la ciudad del amor y de los sueños, cuántas veces al mirar el entorno deseé sentir al menos una mirada dulce. Nunca me llegó. Pero por la noche, una mano y una boca a veces me tocaban el cuerpo y lo despertaban. Mi cuerpo, cansado y sediento de algo de cariño, no resistía, se entregaba en búsqueda de un beso de amor que nunca llegaba. Me preguntaba: ¿Tendrá vergüenza de estar conmigo por la calle? ¿Seré tan poco atrayente que no quiere ser visto a mi lado? ¿Demasiado vieja? ¿ Hedionda? No encontraba las respuestas, pero me sentía cada vez más débil y el autoestima completamente derrumbado. No era capaz de sentirme mujer.
De poco a poco me fui acostumbrando a la idea de que no viviría mi romance tan soñado. No serías mi Jesse, yo sería tu Celine. Era disfrutar lo bueno, olvidar lo malo. No siempre me era posible. El corazón desavisado, inconformado, a veces me hacía reclamos y yo me quedaba a mirar tu rostro al lado a dormir y me decía a mí: esa carita jamás volverá a mirarme con el querer y el calor con que lo hizo cuando todo esto todavía no era. ¿Qué importaba La Bastilla, Versalles, La Torre Eiffel iluminada, las góndolas de Venecia? Las noches estaban lindas y tú no estabas conmigo. Prometí a mí que no serías el eje de mi viaje. No lo logré. Quizás si hubiera más gente, cosas que me cambiaran la atención. Solita a tu lado, en algunos de los lugares más lindos del mundo, no lo pude, soy demasiado emoción para lograrlo. Lo siento…
Los días se fueron avanzando y con ello sentía volverme cada vez más pesada para ti. Ya no sentía nada de ternura en tu voz, en tus gestos… No importaba que hiciera, nunca estaba bien. Las respuestas nunca eran las correctas, por fin, ya no hablaba. Observaba, escuchaba, me perdía en mis pensamientos y guardaba cada herida en un lugar secreto donde solo yo las accediera.
Cuando la esperanza ya se me había ido y yo caminaba como si nada, volví a tener mi trozo de cariño. Jamás olvidaré el beso verdadero que me tocó en nuestra última noche en Florencia. Fue tan lindo e inesperado que nunca hablé de ello. Quizás para no gastarlo, no sé. Afuera del bar, el frío me cortaba. Me sentía sola, perdida en mis pensamientos, en mis dolores y de repente, un beso tierno me tocó los labios sin que lo rogara. Fue tan lindo que las lágrimas se me vinieron al borde de los ojos. Inolvidable. Otros besos se siguieron, calientes, fuertes y me entregué a ti como nunca antes. Pero una noche no dura para siempre…
Año nuevo en Roma, ¿quién no lo soñó? Un beso tímido una vez más me tocó los labios a la media noche y quizás seguiría bien toda la noche. Pero la belleza cruzó con nosotros en la calle y ya no me veías. De insegura que estaba me fui al suelo. Me sentía la mujer más fea del mundo y hacía reclamos a los dioses “¿por qué no me hicieron más linda para que me pudiera querer?” No contestaron… Cuando en la cama me tocó la mano deseosa, sentí que estaba envuelta en hielo. Me picaba, me dolía y no pude seguir. ¿De respuesta a mi dolor? Un insulto y un choque de realidad. De tan cansada, dormí.
No hubo más cariño, no hubo ternura, no hubo una huella más de lo que un día fue mi amigo, a quien siempre admiré ni del abrazo que probé a la primera vez que te vi. Del beso en Florencia nada restó tampoco. Tengo el corazón lleno de espinos y me cuesta respirar.

Escrito en vuelo Roma- Lisboa 03/01/2015

Aline Alves