Fue sabio Dios por no dejar que nos miren los pensamientos. En el trabajo, en mi habitación, en mis sueños, surges, no me dejas. Cierro los ojos... Seguis tan cerca, estás tan lejos...
Quién me tocará como vos otra vez, mi amor? Puedo sentir aún tu respiro, tu olor, tu deseo. Dios... es una tortura. Quiero tenerte acá, como en aquel cálido momento. Otra vez tus manos a dominarme, tu voz al oído, mi cuerpo temblando de deseo, necesitándote con urgencia. tu sexo a invadirme, tu voz a decirme: Ay, mi amor, !cómo te mueves!
No puedo olvidar, además, no quiero olvidar. Quiero más, más, más, hasta emborracharme, hasta agotarme, hasta que se me vayan las fuerzas. Vení a mí, mi amor. !Te necesito!